Para los oídos; Time de Pink Floyd
Parece que las prisas hagan
que la vida pase a una velocidad imposible de frenar. Como cuando quisimos
llegar cuanto antes a los 18, ¿recuerdas? O a agosto. Lo mismo con la
felicidad: “Seré feliz cuando...”. Y nos entran las prisas por tener lo que
supuestamente nos hará felices (es un espejismo: después aparece otro objetivo,
algo que es lo que nos hará verdaderamente feliz, y así se entra en un círculo
vicioso de infelicidad). Como llegar a Primera en Murcia.
Tenemos
mucha prisa por tener al Real Murcia “donde se merece” (sic) y, cuanta más
prisa tenemos, con más velocidad nos alejamos de ese lugar. Que si fuera
por 'mereciómetro', creo que estamos justamente donde tenemos que estar, en
Cuarta. Sé que duele admitirlo, pero es así. Y como buen drogadicto o
alcohólico, el primer paso a la curación es la aceptación, el reconocimiento
propio. Producto de las ganas de llegar pronto. ¿Miramos para otro lado
mientras Samper gastó muy por encima de nuestras posibilidades? Sí. ¿Hemos dado
la bienvenida a cualquiera (Moro, Gálvez, incluso García De La Vega)
aparentemente dispuesto a solucionar nuestras ligerezas y ganas de ser felices?
Sí. ¿Exigimos rapidez antes que solidez? Claro que sí. Culpables todos, que
nadie se engañe.
Nuestra
historia es de muchas espinas y pocos laureles. Nuestra época gloriosa no pasa
de normalita a mediocre. No tenemos músculo, no generamos respeto. Somos del
montón, no tenemos gracia, ni en nuestra propia ciudad los periódicos o políticos
(o jueces) hacen un esfuerzo para apoyar. Futbolísticamente, las prisas por esa
felicidad imaginada la hemos buscado de manera veleta, sea con engendros tipo
Ciudad, proyectos que solo admiten la trayectoria ascendente (tipo UCAM) o
directamente utilizando la manta de los Madrid o Barça, con su felicidad
reflejada, para tapar las deficiencias del que debería ser nuestro equipo, el
Real Murcia. Por favor, happy quickly.
En Melilla, donde un empate normalmente
es un resultado aceptable, nos enfadamos con ese resultado precisamente por
haber sumado con muchísima prisa los 3 puntos cuando ganábamos dos a cero sin
llegar ni siquiera al minuto 30. Rápidamente salen a culpar a jugadores que
hasta ahora habían tenido una temporada impecable.
Incluso
cuando hemos logrado la panacea, llegar a Primera, tenemos prisa y
no logramos la felicidad. En lugar de ir despacio, disfrutar y ser humildes, de
salida hablamos de “jugar la UEFA”. Cuando vamos medio bien, en lugar de gozar,
exigimos eso del “jugar bien” antes de un tiempo prudente de adaptación.
Nunca hemos tenido la paciencia
para un proyecto duradero, que necesita tiempo para madurar. Siempre 20
fichajes en verano, seguidos de otros 10 en invierno. Nunca se apuesta por
superar una mala racha sin reventar. Nunca hemos tenido una identidad y manera
reconocible constante sobre el terreno de juego. Fuera de ello somos
reconocidos por ser mal pagador, de andar de juicio en juicio, de estar siempre
en el filo de un precipicio sin retorno... y poco mas. Tantísima hambre que
tragamos antes de masticar.
Con
este panorama, ¿es de sorprender que Liga y Federación, en todos sus facetas,
comisiones etc., y los mismos árbitros, nos den un trato de continuo ninguneo
al instante? ¿O que, a la hora de castigar o descender en los despachos, nos
condenen rápidamente y sin consideración?
Es
que no creo en teorías de conspiración, pero sí en la psicología, el
subconsciente, detrás de las decisiones. Intento ser objetivo, pero la
evidencia es que, en los terrenos de juego, a la hora de pitar decisiones
importantes, cae la moneda en contra casi siempre. Dicen que los árbitros son
malos en estas categorías, pero lo serán para todos, y no veo el balance
equilibrado. Incluso en Segunda, no he visto equilibrio. En Primera, ni hablar,
maltrato constante. Fuera de las canchas, la Liga hasta inventó ratios para
descendernos en 2014 (con un mínimo de 7/8 equipos culpables de hacer
exactamente lo mismo que nosotros, pero echaban gasolina al fuego y nos
apuntaban, no sea que ellos sean objetivo de las miras de la
dictadura de Tebas). Pero sí, practicábamos suenaflautismo (o
lo que es lo mismo, autoengaño para ahorrar el tiempo que requiere hacer
las cosas bien) como nadie, pero fuimos el único castigado, con, como no
podía ser de otra forma, un juicio sumario exprés.
¿A
qué se debe tanto castigo y ninguneo? Creo que a nuestras prisas, a nuestra
exigencia cortoplacista y a la negación de ser felices con nuestra humildad,
tanto de afición como de dueños y consejeros, que desarrolla en una identidad
nula o mala, por no haber tenido tiempo para desarrollar valores claros o una
representación de algo nítido. Vamos, todo lo expuesto es lo que nos da
una imagen mala que ha calado. Poca identidad, sin valores, sin éxito, pero
soberbios y exigentes. Querido entre nosotros, sí, mucho, pero desde fuera mirado
con desprecio. ¿Cómo le damos la vuelta a décadas de malgastar el tiempo
intentando recortar una espera lógica y saludable mientras construimos bases
sólidas? Quizás sea una cuestión de cocción lenta.
Tener
tranquilidad. Dejemos de ponernos nerviosos con la desaparición
del club si no subimos esta temporada. No va a ser así. Hemos estado mucho peor
posicionados y aquí seguimos. Si se logra el ascenso, también tranquilidad.
Seamos humildes y no volver a exigir otro ascenso por ser el Murcia. Podemos acabar
de vuelta a Cuarta.
Dar
continuidad. Tanto como si se logra el ascenso como si no,
intentar que por lo menos 15 jugadores sigan para la próxima temporada, junto
con el entrenador y el director deportivo.
Crecer
poco a poco. La primera piedra del futuro es la Ciudad
Deportiva, mucho mas importante que un ascenso exprés. Hay que ir dando
pequeños pasos.
Decidir
nuestra identidad sobre el terreno de juego. Cómo
queremos jugar, quién lidera el proyecto, cómo impregnar a todo el club, desde
arriba hasta abajo, con ese objetivo.
Decidir
nuestra identidad fuera del terreno de juego.
Cómo somos y adónde vamos como identidad del club, definir nuestros valores e
interactuar con ellos en cada paso.
Tener una paciencia que nunca hemos tenido; aprender a disfrutar del momento, gozar del viaje. Intentar ralentizar. Igual así lograremos ser plenamente felices alguna vez, sin malgastar, por haber ido demasiado deprisa, un tiempo de nuestras vidas que no tiene precio.
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