No soñé de
ascensos ni de play-offs. Ni tuve la pesadilla del descenso a segunda B. Soñé
de cambios alcanzables, de un Murcia que, clasificación aparte, hacia hinchar
el pecho y llenarse de orgullo a cualquier Murciano (y a un puñado de británicos).
No sé el
año, pero era un futuro no muy lejano. Me iba al partido ilusionado, no por la trayectoria
del equipo, ni por jugar en primera, ni por el rival del día, hechos que no
formaban parte de mi sueño. De hecho, no hubo partido.
Al tomar la
curva de la salida de Cabezo de Torres por la A7, tras el radar que impone 120,
habían obligado reducir a 80. Era zona de accidentes. Nadie pasaba por la zona
sin quitar los ojos de la carretera. Nadie quedaba con la duda de saber quien
juega en el estadio. Nadie. Todo aquel del lugar, nacional o extranjero, a miles
por día, todos a su manera eran obligados a decir “REAL MURCIA C. F.” mientras
los ojos abrían grandes ante el neón enorme instalada en la parte fuera de la
Grada Lateral que da cara a la autovía.
Pero para
entonces ya no se llamaba Grada Lateral. En las entradas ponía Grada Lateral
Peñas Del Real Murcia. El club había tomado la decisión de recuperar el
espirito Lateral de la vieja Condomina, y las Peñas pasaron a lateral con el consiguiente
mejora en el trato recibido por los árbitros, y sobre todo linieres. Los fondos,
justo detrás de las porterías, convertidos en unas zonas de animación grandes. De
hecho los fondos y tribuna también cambiaron de nombres, a Fondo “Loco” Acciari
(Sur) y Fondo “Comandante” Julio (Norte), y a tribuna “Panadero” Don Jose Rico.
En aquel
año, besar la cabeza del busto del Panadero, era costumbre para cualquiera que
visitaba la Nueva Condomina por primera vez. Como los rituales de los marineros
al pasar Cabo de Hornos o por el ecuador. El que no había besado la cabeza del
Panadero en Murcia, no había viajado. Era ya símbolo del hincha de cualquier
lado, ídolo de la incondicionalidad al equipo menor. Cada nuevo fichaje del Real
Murcia pasaba por el ritual de posar con el busto, y de besar su cabeza, como
un gesto de compromiso con la afición que el Panadero representa.
En los
bajos del estadio la gente disfrutaba de variedad de restaurantes, y de las
copas y cervezas pre-partido. Todo suponía ingreso para el club. La explanada estaba repleta de gente y
ambiente, y en la última hora antes del encuentro, subidos en un escenario a
escasos metros de la sede de las peñas, tocaban los Fenómenos Extraños cargando
a los fieles de una fe y unas ganas de animar insuperables. Las lonas descoloridas
de un centenario que no se sabe si fue cierto ya pasaron a la historia, sustituidos
por otros nuevos y brillantes de color grana y enormes escudos.
El entorno
del estadio estaba mejorado. El declive y falta de cuidado anterior dio lugar a
un ambiente arreglado y limpio debido a los voluntarios. Uno de los activos más
importantes de un club es su afición, y en buen número acudieron a la llamada
cuando el club pasaba serios apuros. Ayudar con el cuidado del césped, la
limpieza tanto interior como exterior del estadio y de la seguridad los días de partido, de todo eso
se encargaban los Voluntarios Real Murcia. Yo me había hecho voluntario.
En mi
bolsillo y en manos de mi hijo sendos carnets del Real Murcia. El mío de color
oro, y el de mi hijo de color plata. Para entonces los carnets de cada
temporada tenían descuentos por fidelidad y por acumulación de puntos, como los
que dan las gasolineras o los supermercados. El abonado nuevo disponía de un carnet
grana. El que supera los 10 años de abonado, un carnet de color plata, que
ofrece un 15% de descuento cada temporada. Al superar los 20 años de fidelidad,
un carnet color oro y un descuento del 25% en el carnet de cada temporada.
Pasar los 30 años de abonado, un carnet platino y 50% de descuento. A los que
superaban los 40 años, el club les regalaba el carnet diamante, premio a su
fidelidad. Cada vez que un abonado pasaba su carnet por los tornos, sumaba 5
puntos grana. Por cada €10 euros que gastaban en las tiendas del club, sumaba
un punto grana. Los puntos grana se canjeaban por invitaciones a los partidos y
descuentos para viajes a los partidos de visitante.
Al sacar mi
carnet para pasarlo, un enorme “Granaman” me dio en el hombro, una y otra vez……y
me desperté de mi sueño.
Algunos,
como poder volar o mantener relaciones sexuales con Liz Hurley, sueños son y
poco probables de poder cumplir. Estos sueños Murcianistas, no parecen tan inalcanzables.