Tuesday, February 18, 2014

SUEÑOS ALCANZABLES


No soñé de ascensos ni de play-offs. Ni tuve la pesadilla del descenso a segunda B. Soñé de cambios alcanzables, de un Murcia que, clasificación aparte, hacia hinchar el pecho y llenarse de orgullo a cualquier Murciano (y a un puñado de británicos).

No sé el año, pero era un futuro no muy lejano. Me iba al partido ilusionado, no por la trayectoria del equipo, ni por jugar en primera, ni por el rival del día, hechos que no formaban parte de mi sueño. De hecho, no hubo partido.

Al tomar la curva de la salida de Cabezo de Torres por la A7, tras el radar que impone 120, habían obligado reducir a 80. Era zona de accidentes. Nadie pasaba por la zona sin quitar los ojos de la carretera. Nadie quedaba con la duda de saber quien juega en el estadio. Nadie. Todo aquel del lugar, nacional o extranjero, a miles por día, todos a su manera eran obligados a decir “REAL MURCIA C. F.” mientras los ojos abrían grandes ante el neón enorme instalada en la parte fuera de la Grada Lateral que da cara a la autovía.

Pero para entonces ya no se llamaba Grada Lateral. En las entradas ponía Grada Lateral Peñas Del Real Murcia. El club había tomado la decisión de recuperar el espirito Lateral de la vieja Condomina, y las Peñas pasaron a lateral con el consiguiente mejora en el trato recibido por los árbitros, y sobre todo linieres. Los fondos, justo detrás de las porterías, convertidos en unas zonas de animación grandes. De hecho los fondos y tribuna también cambiaron de nombres, a Fondo “Loco” Acciari (Sur) y Fondo “Comandante” Julio (Norte), y a tribuna “Panadero” Don Jose Rico.

En aquel año, besar la cabeza del busto del Panadero, era costumbre para cualquiera que visitaba la Nueva Condomina por primera vez. Como los rituales de los marineros al pasar Cabo de Hornos o por el ecuador. El que no había besado la cabeza del Panadero en Murcia, no había viajado. Era ya símbolo del hincha de cualquier lado, ídolo de la incondicionalidad al equipo menor. Cada nuevo fichaje del Real Murcia pasaba por el ritual de posar con el busto, y de besar su cabeza, como un gesto de compromiso con la afición que el Panadero representa.

En los bajos del estadio la gente disfrutaba de variedad de restaurantes, y de las copas y cervezas pre-partido. Todo suponía ingreso para el club.  La explanada estaba repleta de gente y ambiente, y en la última hora antes del encuentro, subidos en un escenario a escasos metros de la sede de las peñas, tocaban los Fenómenos Extraños cargando a los fieles de una fe y unas ganas de animar insuperables. Las lonas descoloridas de un centenario que no se sabe si fue cierto ya pasaron a la historia, sustituidos por otros nuevos y brillantes de color grana y enormes escudos.

El entorno del estadio estaba mejorado. El declive y falta de cuidado anterior dio lugar a un ambiente arreglado y limpio debido a los voluntarios. Uno de los activos más importantes de un club es su afición, y en buen número acudieron a la llamada cuando el club pasaba serios apuros. Ayudar con el cuidado del césped, la limpieza tanto interior como exterior del estadio y de  la seguridad los días de partido, de todo eso se encargaban los Voluntarios Real Murcia. Yo me había hecho voluntario.

En mi bolsillo y en manos de mi hijo sendos carnets del Real Murcia. El mío de color oro, y el de mi hijo de color plata. Para entonces los carnets de cada temporada tenían descuentos por fidelidad y por acumulación de puntos, como los que dan las gasolineras o los supermercados. El abonado nuevo disponía de un carnet grana. El que supera los 10 años de abonado, un carnet de color plata, que ofrece un 15% de descuento cada temporada. Al superar los 20 años de fidelidad, un carnet color oro y un descuento del 25% en el carnet de cada temporada. Pasar los 30 años de abonado, un carnet platino y 50% de descuento. A los que superaban los 40 años, el club les regalaba el carnet diamante, premio a su fidelidad. Cada vez que un abonado pasaba su carnet por los tornos, sumaba 5 puntos grana. Por cada €10 euros que gastaban en las tiendas del club, sumaba un punto grana. Los puntos grana se canjeaban por invitaciones a los partidos y descuentos para viajes a los partidos de visitante.

Al sacar mi carnet para pasarlo, un enorme “Granaman” me dio en el hombro, una y otra vez……y me desperté de mi sueño.

Algunos, como poder volar o mantener relaciones sexuales con Liz Hurley, sueños son y poco probables de poder cumplir. Estos sueños Murcianistas, no parecen tan inalcanzables.